Fotografía y mito. Transformación de imágenes fotográficas en iconos generacionales.

miércoles, noviembre 02, 2016

Exposición en la Fundación Canal Isabel II

El beso de Robert Doisneau.

¿Cómo una fotografía puede pasar a formar parte de nuestra historia? ¿Se necesitan unos requisitos para conseguirlo? Normalmente cuando tomamos una instantánea lo hacemos por la sencilla razón de que aquello que queremos inmortalizar nos llama la atención. A nosotros y a nadie más. Pero, ¿qué pasaría si esa fotografía que hemos hecho resulta tan interesante para otros, para todo el mundo?

Eso fue lo que le ocurrió a Robert Doisneau, fotógrafo profesional contratado por la revista Life Magazine para realizar una serie de instantáneas en París, la ciudad del amor.
En un principio y con muchas prisas, se contrataron figurantes para las fotografías y, en efecto, los protagonistas de tan icónica imagen de los años 20 son actores pagados para besarse pero Robert supo captar la esencia de París, del amor y la pasión en una única instantánea de la que nadie tuvo conocimiento hasta años después.

Las fotografías se publicaron en la revista, trabajo terminado, pensaría Doisneau, pero años más tarde, en 1986, un editor que revisaba el trabajo de Robert se fijó en la instantánea. Adoptó el tamaño de la fotografía para transformarla en un cartel y al momento se convirtió en un éxito.



Y con el éxito, llegaron los problemas, pues no eran pocos los que se reconocieron en la fotografía y otros muchos que quisieron subirse al carro para sacar provecho. Robert fue llevado a juicio por culpa del egoísmo y eso hizo que durante los últimos años de su vida rechazara la fotografía. Pero esta no perdió significado; seguía siendo la fotografía del amor por excelencia.

He aquí mi reflexión sobre cómo una instantánea tan simple puede convertirse en un mito como lo es actualmente. No es la fotografía en sí, sino todo lo que lleva implícito. Son dos enamorados, dándose un auténtico y apasionado beso, delante de un montón de personas que caminan ausentes o con prisas. Para esos enamorados, figurantes o no, ese momento hizo que el reloj se congelara, que ni el segundero, ni tampoco el minutero, siguieran avanzando. No es la foto no, son las sensaciones que produce verla, el sentimiento de sentirse identificados con esa pareja que se abstrae de todo en un simple y casto beso. Un acto cotidiano de amor que en algún momento de nuestra vida damos o recibimos de otro. Es la felicidad del momento hecha fotografía y Robert Doisneau fue el primero en apreciarlo. 

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